noviembre 25, 2014

La pelá del 18

Mi padre estaba petrificado, con la boca abierta, mientras la sopa chorreaba desde la cuchara detenida a centímetros de su boca.
-En ese tiempo no le llamábamos bulling- nos contaba mamá.
Mis hermanos y yo estábamos fascinados con su relato.
-Y a mi mamá se le ocurrió que el peinado de la Twiggy se veía bonito, así que no encontró nada mejor que cortarme el pelo igual que a la modelo gringa.
-Entonces la culpa la tuvo la abuela- dijimos casi a coro.
-¡Cierto!- dijo ella con una expresión de asombro, -ella tuvo la culpa-.
-A tu abuelo lo cancelaron en la salitrera de Juan Soldado, así que nos vinimos de La Serena a Santiago, al paradero 18 de la Gran Avenida, y a mí me gustaba ir a jugar a la plaza de la calle Fuenzalida Urrejola.
-¿Donde vivía la tía?- preguntó mi hermana.
-Así es- continuó mi mamá, -y un día llegaron unos hermanos a jugar a la plaza, y me empezaron a hacer burla por mi peinado, me gritaban "la pelá" cada vez que me veían.
-¿y qué hiciste para defenderte?- preguntó mi hermano menor.
-No mucho-, contestó mamá, -porque cuando trataba de pillarlos para pegarles se arrancaban y me gritaban de lejos.
-Y las otras personas en la plaza, ¿no hacían nada?- preguntó mi hermana con rabia.
-No poh-, contestaba decepcionada, -para ellos era una pelea de cabros chicos nomás.
Luego puso cara de nostalgia, recordando.
-Pero mi papá...- y nosotros nos acomodamos para escuchar la historia de otra fabulosa intervención del abuelo; -se le ocurrió enseñarme a pelear y a tirar piedras en el sitio trasero de la casa.
-¡Eso m'hijita! ¡Que ningún mocoso patipela'o se atreva a molestarla de nuevo!- me decía para envalentonarme.
Aprendí a tirar piedras con una puntería que pa' qué les cuento. Así que un sábado me puse a esperar a que aparecieran los hermanitos para desquitarme con mi nueva arma secreta. Cuando por fin llegaron, me paré en una esquina de la plaza con una piedra en cada mano y varias más de reserva en los bolsillos de mi delantal.
Y luego continuó.
-¡Díganme algo ahora!- les grité, -y parece que se asustaron porque se quedaron inmóviles mirando para todos lados. Y cuando se aseguraron que no había peligro empezaron a gritarme como siempre: ¡La pelá! ¡la pelá! ¡la pelá!
Entonces le hice puntería al que estaba más cerca y le tiré la piedra...- dijo, y se quedó callada como evocando y disfrutando su recuerdo.
-Y, ¿qué pasó?- gritamos todos impacientes.
-Le tiré con tan buena chuntería que le ví rebotar la piedra en la cabeza.- dijo con orgullo.
Mis hermanos y yo nos reíamos a carcajadas, orgullosos de nuestra madre. Y todos volvimos nuestra mirada hacia nuestro padre esperando que le dijera algo con el mismo orgullo que nosotros sentíamos.
Mi padre estaba petrificado, con la boca abierta, mientras la sopa chorreaba desde la cuchara detenida a centímetros de su boca.
Lentamente se llevó la mano a la cabeza para levantarse el pelo y dejar al descubierto una cicatriz redonda en la parte izquierda de la frente.
Con los ojos muy abiertos y balbuceando con incredulidad dijo:

-Tú... tú... ¿tú eras la pelá del 18?



Basado en una historia real, la de mis padres.
Para el taller Narrativa y Ciencia Ficción, Calama Noviembre 2014.

octubre 27, 2014

León

Cuando dí el paso para cruzar el sendero percibí  por el rabillo de mi ojo derecho a la bestia parada sobre sus patas traseras y las garras hacia adelante. Podría asegurar que en su rostro había una sonrisa felina enmarcada por su melena pardo-rojiza.

El rugido fué casi un ronroneo y al instante siguiente estaba en el suelo siendo abrazado lenta y progresivamente por sus garras, mientras percibía su aliento caliente y espeso en mi rostro.

Mi mente retrocedió en el tiempo hasta unos meses atrás cuando ví a la criatura por primera vez. Admiré su pelaje, su andar lento y confiado, la melena fina y llamativa y su pecho fuerte y poderoso.

No fué la única vez; en los avistamientos posteriores encontraba en su estampa nuevos detalles que fueron aumentando mi admiración y una sensación de compasión por su presa en sus andanzas nocturnas.

Varias veces me pregunté cuáles serían mis sensaciones si me encontrara entre sus garras. Debo confesar que fantasié sobre la idea de montar sobre sus lomos y cabalgar compitiendo con el viento.

Ahora nada de eso tenía importancia; me encontraba entre sus garras y sentía que la vida se me iba con cada respiración, y la verdad, hasta lo disfrutaba... era un honor que me hubiera escogido por presa.

-Hasta mañana- me dijo con un ronroneo, cuando recuperé la conciencia, y admiraba su sonrisa de satisfacción y sus ojos agradecidos.




marzo 10, 2014

Amor imposible

Desde el estrado donde lo habían puesto, declamaba.
Con voz profunda cantaba, y ojos serenos observaba.
Ella surgió desde las sombras, y hacia él, generosa, caminaba.
Cabellera al viento, agudo intelecto, extendiendo los brazos, avanzaba.
Se convirtió en mujer de arena, y se deshacía con cada paso que daba.
Mientras él mirando al cielo con lágrimas, el anillo en su anular izquierdo, besaba.

febrero 14, 2014

Mercedes ven.

Sentada en el capó de su auto esperaba impaciente mirando hacia la playa, mientras su pié marcaba el ritmo de la bossa-nova que se escuchaba en el estéreo del carro.


Como a una invitada indeseable, le hizo una mueca de desprecio a la lluvia que comenzó a caer despiadadamente, arruinándole la tarde.

-Hola- oyó la voz tan conocida a su derecha.


Al otro día, el mecánico atónito observaba el auto, mientras ella le entregaba el
emblema arrancado de cuajo.

-¿que pasó?- le preguntó casi con pena.

Ella se sonrojó mientras pensaba en una buena excusa para explicar el abollón del capó.