potente luz tu mirada, sin mirarla me encandilo;
te percibí dulce a pesar del camposanto,
te percibí susurro por sus habitantes eternos.
Tu vástago de ternura frenó mi triste prisa,
me baja del auto a tirones de sonrisas;
me desplomo fatigado a la vera del camino
largo ha sido el viaje y había olvidado mi destino.
El desierto florido acalla los graznidos con su color,
la gota de ternura acalla mi dolor con su calor;
tiemblan mis rodillas por perturbar el campo calmo,
laureles fragantes y cristalinos al alcance de mi mano
tiemblan mis dedos por perder su calor diáfano;
prefiero sentarme en la orilla del camino
y esperar la procesión llegar a su destino,
si acaso la Providencia ha mirado mi sino
tal vez contemple el ocaso sonriente, dorado y prístino.