Sentada en el capó de su auto esperaba impaciente mirando hacia la playa, mientras su pié marcaba el ritmo de la bossa-nova que se escuchaba en el estéreo del carro.
Como a una invitada indeseable, le hizo una mueca de desprecio a la lluvia que comenzó a caer despiadadamente, arruinándole la tarde.
-Hola- oyó la voz tan conocida a su derecha.
Al otro día, el mecánico atónito observaba el auto, mientras ella le entregaba el emblema arrancado de cuajo.
-¿que pasó?- le preguntó casi con pena.
Ella se sonrojó mientras pensaba en una buena excusa para explicar el abollón del capó.