octubre 27, 2014

León

Cuando dí el paso para cruzar el sendero percibí  por el rabillo de mi ojo derecho a la bestia parada sobre sus patas traseras y las garras hacia adelante. Podría asegurar que en su rostro había una sonrisa felina enmarcada por su melena pardo-rojiza.

El rugido fué casi un ronroneo y al instante siguiente estaba en el suelo siendo abrazado lenta y progresivamente por sus garras, mientras percibía su aliento caliente y espeso en mi rostro.

Mi mente retrocedió en el tiempo hasta unos meses atrás cuando ví a la criatura por primera vez. Admiré su pelaje, su andar lento y confiado, la melena fina y llamativa y su pecho fuerte y poderoso.

No fué la única vez; en los avistamientos posteriores encontraba en su estampa nuevos detalles que fueron aumentando mi admiración y una sensación de compasión por su presa en sus andanzas nocturnas.

Varias veces me pregunté cuáles serían mis sensaciones si me encontrara entre sus garras. Debo confesar que fantasié sobre la idea de montar sobre sus lomos y cabalgar compitiendo con el viento.

Ahora nada de eso tenía importancia; me encontraba entre sus garras y sentía que la vida se me iba con cada respiración, y la verdad, hasta lo disfrutaba... era un honor que me hubiera escogido por presa.

-Hasta mañana- me dijo con un ronroneo, cuando recuperé la conciencia, y admiraba su sonrisa de satisfacción y sus ojos agradecidos.