marzo 04, 2013

Madurez

-¡Profesor!-, me dijo con su voz aguda, - ¡Tiene el pelo sucio!-

Me sacudí con vehemencia en el lugar.

-¿Salió?-, le pregunté.

Por toda respuesta sacudió su cabecita en negación, y levantó su manito para ayudarme en la limpieza.
Vano intento, la suciedad permaneció inmóvil.

El día se me hizo eterno y los espejos huían a mi paso.
La ignominia de mi pelo sucio laceraba mi autoestima.

Cuando por fin pude ver mi reflejo, sonreí aliviado y orgulloso: era la nieve en mis sienes.

Corte violento

Acariciaba su cuerpo provocándole suspiros angelicales, que llenaban mis oídos y los de los vecinos.
Mis dedos recorrían con placer la suavidad de su cuello y absorvían su vibrante pasión.

La bofetada que recibí por culpa del error de mi mano izquierda, me dejó una cicatriz en la mejilla derecha.

Debo dejar de usar cuerdas metálicas.