abril 27, 2019

Ensoñación.

-¿Vamos a tomar un café?, yo invito.- Me dice mi amigo.
-¡Claro!- le respondo ante la perspectiva de un café y una buena conversación.
Pedimos un machiatto y tostadas mientras hablábamos sobre trabajo y similares.
Al rato noté que en la mesa del fondo había dos amigas, y una de ellas, una mulata, no paraba de mirarme.
Quedé fascinado con su mirada, y comenzamos a dedicarnos sonrisas, gestos y palabras en silencio. Luego juntamos las mesas y tuvimos una animada conversación los cuatro, pero pronto el mundo desapareció para la mulata y para mí.
Pedimos la cuenta, número de celular, despedida, caminata, semáforos, risas hasta llegar a un cómodo sofá,  la piel expuesta de la mulata aumentó y ya no pude evitar tocarla, me cautivó un lunar al que comenzé a acercarme haciendo círculos con mis dedos, sintiendo su calor y sus latidos... vaya... cómo ardía la piel de esa mulata...

-¡Leo! ¡El café se revuelve con la cuchara, no con los dedos!-
Me decía divertido mi amigo mientras me alcanzaba una servilleta.

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