octubre 24, 2016

Alonso Quijano

Mientras la vida se le iba en agonía, recostó su cabeza adolorida y ensangrentada en el suelo para dedicar sus últimas energías a pensar en ella...
- Mi dulce señora... ya no veré la vuestra fermosura... pero desde el cielo velaré por vuesa merced...

Y ahí quedó el vencedor del gigante Caraculiambro, malferido y agónico, derrotado y pisoteado por un rebaño de pantallas con  guazáp, intagrá y tuiter.

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