octubre 27, 2016

Almohada literata

Me levanté de mala gana y cuando el espejo me saludó con un "el que en buena hora ciñó espada" se me espantó el sueño, la modorra y el dolor del cuello.
Limpié el espejo del vapor, pero nada, ahí escrito a la altura de mi frente el épico epíteto. 
Mi terror aumentó cuando un poco más abajo, hacia la derecha, percibí una cruz con los brazos caídos y finamente labrada en el cristal.
Aterrorizado e inmóvil comencé a observar todos los rincones y lugares buscando al autor de tan horrible broma, y un poco más allá, en el reflejo de mi cama encontré al culpable; me acerqué con vergüenza de mi terror inicial al darme cuenta que me quedé dormido encima del libro que uso como inductor del sueño, y en las páginas expuestas que me sirvieron de almohada...  faltaba la frase y una parte de la ilustración de Tizona.


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